Fuimos todos niños silenciosos a los quienes no se nos permitió ni se nos enseñó a expresar libremente nuestro dolor, rabia, desacuerdos y frustración. Todas nuestras emociones eran aplastadas con frases como:
- Los niños buenos no hacen berrinches
- ¡Ya cállate!
- Deja de llorar, ¡no es para tanto!
- Eres una exagerada
- ¡A mí no me hables así!
- ¡Si sigues llorando te voy a castigar!
- Eso no se dice, ¡no seas malcriada!
- Por tu culpa estoy enojada
- Esta conversación es de adultos, ¡no interrumpas!
- ¡Vete a tu cuarto, estás castigado!
En pocas palabras: no expreses lo que sientes y piensas porque las consecuencias serán negativas y entonces habrá sido “tu culpa...”
Muchas de estas frases las seguimos utilizando, y continuamos aplastándonos a nosotros mismos y aplastando las emociones de nuestros hijos y de otras personas significativas, por miedo a perder el control, perder la autoridad o por nuestro pánico a experimentar las consecuencias negativas de expresarnos.
No repitamos en nuestros hijos el síndrome del “niño silencioso”, del niño que debe tragarse todas sus emociones y pensamientos porque mamá o papá se ofenden y son incapaces de gestionar sus propias emociones. Existe una línea fina entre el respeto y el permiso de expresar, la realidad es que esa línea depende de la tolerancia o capacidad que el adulto tiene para no engancharse en las emociones del otro y de esa manera permitir que se exprese y libere sus emociones sin ser reprimido, ya después de liberar lo que se guarda dentro, vendrá la conversación en balance y calma, pero primero se les permite sacar todo lo que guardan dentro para liberarse y que no carguen esas emociones reprimidas por el resto de su vida de la misma manera que nosotros las hemos cargado.
Date la oportunidad de dejar que tus hijos sean libres de expresar su más profundo dolor, rabia o frustración sin que te enganches en el drama y lo tomes personal. Ayúdalos a no ser los mismos niños silencioso que fuimos nosotros y que ahora nos toca buscar por todos los medios, maneras de liberarnos de emociones reprimidas de la infancia, la adolescencia y hasta del vientre materno.
¿Qué es entonces el “el síndrome del Niño silencioso”?, es aquel niño que escucha, observa y siente pero calla porque no saben cómo expresarlo, tienen miedo de decir algo que sintió o experimentó; tienen miedo de expresar que odia, que siente rabia, que experimenta una profunda tristeza o frustración y prefiere guardar silencio de manera interminable por falta de herramientas para expresar sus emociones o por miedo a ser reprimido por el adulto incapaz de gestionar sus propias emociones para poder escucharlo con empatía ....
Si lo deseas, libérate del “síndrome del Niño silencioso” para también liberar a tus hijos y a tus seres queridos. Date ese permiso de expresar aquello que no te dieron permiso de liberar cuando eras pequeño. Puedes expresarlo en la soledad de tu cuarto pero grítalo, llora, escribelo en una carta, permítete sentirlo de nuevo, vive de nuevo esa emoción dolorosa que cargas, date permiso de sentir rabia, ira, resentimiento, tristeza. Después de haberte dado el permiso de sentirlo, podrás recuperar la calma y entonces, toma la decisión de ver con compasión y amor a esa(s) persona(s) que por ignorancia y por sus mismas historias de vida, reprimieron tus emociones, te maltrataron o te minimizaron. Después de haber logrado experimentaras compasión por esas personas, te darás cuenta que ellas también fueron víctimas del síndrome del “Niño silencioso” a ellos tampoco nunca nadie les dio el permiso de expresarse y por lo tanto, guardaron un pesado costal de dolor y resentimiento en un rincón de su inconsciente y de su alma, por toda su vida...
Vamos quitándonos las capas de dolor que llevamos encima para liberarnos y liberar a nuestros chicos de las consecuencias. No tienes que creer lo que yo aquí escribo como una verdad para todos, si lo deseas, experiméntalo y observa si también a ti te ayuda a liberar.
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