Entrada 4
“Si los adultos no saben lo que quieren hacer con sus vidas,
¿cómo esperan que los adolescentes sepan lo que
quieren hacer cuando sean grandes...?”
Después de haber escuchado al inconsciente colectivo y haber tomado la decisión de NO estudiar para maestra hasta después de haber terminado mi primera carrera universitaria, comenzó uno de mis primeros periodos de gran incertidumbre y peregrinar por rumbos desconocidos. Recorrí cuatro universidades diferentes y una carrera diferente en cada una de ellas: Derecho, Idiomas, Mercadotecnia y finalmente Ciencias de la Comunicación, una de esas carreras conocidas en aquella época como: MMC (mientras me caso...). La realidad es que no estaba estudiando esa carrera por aquello del MMC, más bien era una cuestión de OS (oveja de la sociedad). Finalmente terminé la carrera y “me casé” jajajajaja. Dije que no había estudiado la carrera por MMC pero en mi caso ocurrió de esa manera, antes de graduarme de la universidad, a los 23 años (recuerden que recorrí cuatro universidades), me casé con un gran hombre “extranjero”, y jamás imagin´ la aventura que me esperaba al decir: “¡Sí, acepto!”
Los adultos tienen todo tipo de expectativas respecto a las vidas de sus hijos. La mayoría quieren que sus hijos logren todo aquello que ellos no lograron, o que tengan todo lo que ellos no tuvieron. El problema que existe con esta manera de pensar es que los hijos nunca podemos cumplir por completo las expectativas de los padres y en muchas ocasiones, dejamos a un lado nuestros sueños, nuestros anhelos más preciados y nuestra pasión. Es muy común que aquello que los hijos quieren hacer cuando “sean grandes”, no sea lo que puede satisfacer las expectativas de los padres. Y si a eso le sumamos que el hijo o la hija tiene algún reto significativo debido a su diversidad funcional (desorden neurológico), entonces sí que todo se pone color de hormiga. Los sueños de los padres se van al suelo, se pierden en la tristeza y la decepción por haber “dado a luz” a un hijo o hija que no podrá cumplir con su sueño de la casita. No podrá ni siquiera ser una OS y quizá no logre completar una carrera universitaria u oficio.
Qué equivocados vivimos los adultos pensando que nuestros hijos deben tener "una vida mejor que la nuestra” que no nos damos cuenta que esa idea pisotea y pone por debajo la vida que nosotros tuvimos. Es una idea que pisa todo lo que nuestros padres hicieron con nosotros con las herramientas que tenían y de la mejor manera que ellos pudieron hacerlo. Esta puede concebirse como una idea de reparación, en la que continuamente volteamos a ver todo aquello que hicieron “mal” nuestros padres para darles algo diferente a nuestros hijos, sin darnos cuenta que cuando estamos “reparando” lo que hicieron nuestros padres con nosotros, en realidad estamos criando a los hijos desde la rabia, el rencor, la lástima o la tristeza, porque estamos volteando a ver constantemente lo que nuestros padres lograron con nosotros, en lugar de hacer con autonomía lo que realmente queremos hacer. Al poner por debajo de nosotros a nuestros padres, nos estamos también nosotros colocando por debajo de nuestros hijos, y la historia continúa con las siguientes generaciones…
Al terminar la universidad, la primera gran aventura de mi vida ya estaba en puerta: Lima, Perú era mi siguiente destino. La idea de vivir unos meses en Perú me emocionaba, a la larga, era un país en el que se hablaba mi lengua y la cultura no sería enteramente desconocida. Sin embargo, lo aterrador para mí era lo que venía después de vivir en Perú: Estados Unidos… un país al que le estoy y le estaré eternamente agradecida por sus bendiciones y por toda la evolución que he logrado en este lugar. Sin embargo, no es mi tierra, no es mi gente, no es mi lengua... no es mi cultura y es aquí en donde tiempo después “daría a luz” a los dos proyectos de vida más importantes y hermosos que pude haber tenido en cualquier lugar del planeta: Ivan y Eric.
En la siguiente entrada les contaré cómo y en dónde preparé la cuna para la llegada de Eric…
Comentarios
Publicar un comentario